Finanzas y cambio climático: ¿aliadas o cómplices?

Mientras el planeta bate récords históricos de temperatura, incendios devastadores y sequías extremas, los grandes bancos siguen financiando con billones de dólares los combustibles fósiles, perpetuando la crisis climática y contradiciendo compromisos públicos.

Datos clave sobre financiación fósil

El informe Banking on Climate Chaos (2024–2025), elaborado por Coaliciones como Rainforest Action Network, Reclaim Finance y Sierra Club, revela datos alarmantes:

  • En 2024, los 65 mayores bancos globales comprometieron 869 000 millones de dólares en financiación para empresas relacionadas con los combustibles fósiles, un incremento del 23 % respecto a 2023.
  • Desde la firma del Acuerdo de París (2016), estos bancos han destinado casi 7.9 billones USD al sector fósil, con aproximadamente 1.6 billones en empresas en expansión fósil desde 2021, y 429 000 millones solo en 2024.
  • Los cuatro grandes bancos de EE. UU. —JPMorgan Chase, Bank of America, Citigroup y Wells Fargo— representaron el 21 % de la financiación global fósil en 2024, con JPMorgan liderando con 53.5 mil millones USD.
  • En Europa, bancos como Barclays, Santander, BNP Paribas y Deutsche Bank financiaron entre 14 y 35 mil millones USD en 2024, con Barclays como mayor financiador europeo (35.4 mil millones USD).

Además, 45 de los 65 bancos estudiados incrementaron su financiación fósil en 2024, a pesar de años de compromisos voluntarios de reducción de emisiones.

Finanzas verdes: ¿una transición real o maquillaje verde?

Mientras tanto, muchas instituciones financian proyectos usando mecanismos como bonos vinculados a sostenibilidad (sustainability-linked loans), que permiten a empresas contaminantes acceder a crédito sin condiciones claras ni verificación obligatoria de impacto positivo. De 2018 a 2023, se emitieron más de 286 mil millones USD en estos préstamos a industrias de alto impacto ambiental, que no siempre aplican la sostenibilidad prometida.

La Net-Zero Banking Alliance (NZBA) es una iniciativa promovida por la ONU dentro de la campaña Glasgow Financial Alliance for Net Zero (GFANZ). Fundada en 2021, agrupa a bancos de todo el mundo que se comprometen voluntariamente a alinear sus carteras de inversión y financiación con el objetivo de alcanzar cero emisiones netas de carbono para 2050, con metas intermedias para 2030.

En teoría, esta alianza busca que los bancos integren criterios climáticos en sus decisiones y reduzcan progresivamente su exposición a actividades contaminantes. Sin embargo, numerosos informes y ONG han señalado que muchos de sus miembros siguen financiando masivamente proyectos de combustibles fósiles, sin establecer límites claros ni consecuencias por incumplimiento.

Por ello, la NZBA ha sido criticada como posible estrategia de lavado verde (greenwashing): una herramienta de marketing climático sin compromisos vinculantes, que permite a las entidades proyectar una imagen de sostenibilidad mientras mantienen prácticas que agravan la crisis climática. La reciente salida de varios bancos europeos refuerza la idea de que, sin reglas claras y externas, las alianzas voluntarias pueden ser más simbólicas que transformadoras.

¿Qué implicaciones tiene esto para el clima?

  1. Atraso en la transición energética. La financiación masiva a la expansión fósil contradice la recomendación clave de la Agencia Internacional de la Energía: ningún nuevo campo o infraestructura petrolera/gasística debería aprobarse si queremos mantener el calentamiento por debajo de 2 °C.
  2. Pérdida de tiempo crítico. Los compromisos voluntarios se debilitan sin regulación pública: el 72 % del capital aportado entre 2021 y 2023 a empresas en transición continuó financiando actividades fósiles.
  3. Riesgos sistémicos y sociales. El dinero canalizado hacia combustibles fósiles perpetúa conflictos territoriales, impactos en comunidades indígenas y refuerza modelos económicos desiguales.
  4. Fallas en autogobernanza. La salida de bancos como Barclays y HSBC de alianzas voluntarias como la Net-Zero Banking Alliance evidencia que sin regulación vinculante, los compromisos pierden eficacia y credibilidad.

¿Y qué se propone como alternativa real?

  1. Dejar de financiar lo que destruye. No basta con financiar lo “menos malo”. Hace falta una desinversión clara y rápida en petróleo, gas y carbón, tal como recomienda la ciencia climática (IPCC).
  2. Redirigir el crédito hacia la transición ecológica justa. Financiar rehabilitación energética, transporte público, agricultura regenerativa, comunidades energéticas, vivienda sostenible… con criterios de equidad y justicia social.
  3. Crear indicadores transparentes y exigentes. Evitar que una empresa se declare verde solo porque “emite menos que otra”. Contar emisiones totales, trayectoria de reducción y planes reales.
  4. Reformar el mandato de los bancos centrales. Hoy, bancos como el BCE deben priorizar la “estabilidad de precios”, no el clima. Muchos expertos proponen incorporar el riesgo climático y la sostenibilidad en su mandato.
  5. Impulsar banca ética y cooperativa. Apoyar entidades que ya aplican criterios ecológicos y sociales, y dan crédito a proyectos que el mercado convencional ignora.

¿Qué puede hacer la ciudadanía?

  1. Priorizar entidades financieras que desinviertan en combustibles fósiles y apuesten por temas climáticos.
  2. Exigir transparencia a fondos de pensiones, universidades e instituciones financieras.
  3. Participar en campañas de desinversión en combustibles fósiles impulsadas por redes como Reclaim Finance, Attac o Positive Money.

Las campañas de desinversión en combustibles fósiles son iniciativas coordinadas que buscan presionar a instituciones financieras, gobiernos y grandes fondos de inversión para que retiren su dinero de empresas que exploran, extraen, procesan o comercializan carbón, petróleo y gas. El objetivo es cortar el flujo de financiación que alimenta la expansión de la industria fósil, contribuyendo así a frenar la crisis climática.

¿En qué consisten?:

  1. Identificación de inversiones contaminantes. Se analizan los portafolios de bancos, fondos de pensiones, universidades, aseguradoras o entidades públicas, para detectar si financian a empresas fósiles (por ejemplo, Shell, TotalEnergies, ExxonMobil o Repsol).
  2. Presión pública y política. A través de informes, movilizaciones, campañas digitales y acciones legales, se exige que estas instituciones dejen de invertir en empresas fósiles o les concedan crédito. También se solicita mayor transparencia climática.
  3. Propuesta de reinversión. Se promueve que los fondos desinvertidos se redirijan a sectores sostenibles: energías renovables, rehabilitación energética, economía social o infraestructuras verdes.

¿Quién impulsa estas campañas?:

  • Reclaim Finance: ONG francesa especializada en seguir el rastro del dinero en bancos y aseguradoras. Publica informes como “Banking on Climate Chaos” o “Coal Policy Tool” para comparar compromisos reales.
  • Attac: red internacional que denuncia los excesos del poder financiero y promueve justicia fiscal, ambiental y social. Impulsa acciones directas contra bancos y fondos públicos con inversiones sucias.
  • Positive Money: organización que propone una reforma profunda del sistema financiero. Aboga por una banca ética, la creación de dinero soberano y la regulación del crédito según objetivos climáticos y sociales.

Logros y avances:

  • Más de 1.500 instituciones en el mundo (incluyendo universidades, iglesias y fondos soberanos) han anunciado compromisos de desinversión por un valor superior a 40 billones de dólares.
  • En países como Francia, Noruega o Irlanda, fondos públicos ya han empezado a excluir empresas fósiles de alto riesgo climático.
  • Algunas entidades financieras (como La Banque Postale en Francia o EthikBank en Alemania) han cortado por completo sus vínculos con el carbón, el gas y el petróleo.

Estas campañas no solo buscan frenar las emisiones, sino también cambiar la lógica del sistema financiero: pasar de premiar la destrucción ambiental a apoyar la regeneración y la justicia climática.

El cambio no es automático

La paradoja está clara: mientras se celebran reuniones climáticas internacionales, los bancos duplican su financiación a los combustibles fósiles.
Sin regulación pública fuerte, los mecanismos voluntarios no bastan para revertir esta tendencia.

La transición ecológica necesita una reforma estructural del sistema financiero, que ponga los límites climáticos en el centro de las decisiones y desconecte el flujo de capital global de modelos productivos destructivos.

Preguntas para el debate

  1. ¿Cómo puedes saber si tu banco financia combustibles fósiles?
  2. ¿Sirven los compromisos voluntarios (como la NZBA) si se incumplen o abandonan?
  3. ¿Qué rol deben tener los reguladores en limitar la financiación contaminante?
  4. ¿Qué condiciones debe cumplir una inversión para considerarse realmente verde?
  5. ¿Cómo pueden la banca ética o pública liderar una transición ecológica justa?
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