Actualmente, en muchos países, unos pocos bancos controlan casi todo el mercado financiero. En España, por ejemplo, apenas cinco grandes entidades concentran más del 70% de todos los depósitos. Algo parecido ocurre en otros países de Europa y América. Esta concentración bancaria tiene efectos profundos que van más allá de las cifras: afecta al acceso al crédito, a la estabilidad del sistema, a la competencia… e incluso a la democracia.
Esto no siempre fue así. En décadas pasadas, existía una mayor diversidad de entidades: bancos pequeños, cooperativas, cajas de ahorro, banca pública… Muchos de ellos desaparecieron o fueron absorbidos tras la crisis financiera de 2008, en parte por presión de las autoridades para “fortalecer” el sistema. Pero, ¿a qué precio?
¿Qué motiva las fusiones y absorciones bancarias?
Las fusiones bancarias responden a varios factores, tanto económicos como políticos:
1. Búsqueda de rentabilidad y reducción de costes. Al fusionarse, los bancos pueden cerrar oficinas duplicadas, reducir personal y unificar sistemas informáticos. Esto mejora los beneficios a corto plazo, pero puede tener un alto coste social (despidos, pérdida de cercanía, exclusión financiera).
2. Aumento de cuota de mercado. Una entidad más grande controla más clientes, más productos y más poder de negociación frente a proveedores, Estados e incluso clientes.
3. Cumplimiento de nuevas regulaciones. Después de la crisis financiera de 2008, se impusieron exigencias de capital y liquidez más estrictas. Algunos bancos pequeños no podían cumplirlas por sí solos y fueron absorbidos por entidades mayores para “sanear” balances.
4. Presión o estímulo político. En muchos casos, los gobiernos o bancos centrales han impulsado activamente estas fusiones, creyendo que así se estabiliza el sistema. A veces, además, hay intereses políticos y empresariales cruzados que favorecen la creación de campeones nacionales, grandes bancos capaces de competir en Europa o el mundo.
El caso de España: de 45 cajas a 2
Antes de la crisis de 2008, España tenía un sistema mixto con grandes bancos privados (como BBVA o Santander) y numerosas cajas de ahorro regionales, algunas con fuerte arraigo social y un enfoque más territorial.
Tras el estallido de la burbuja inmobiliaria:
- Muchas cajas sufrieron graves pérdidas por su exposición al crédito inmobiliario y prácticas de gestión opacas o irresponsables.
- El Estado español, bajo presión de la Unión Europea y los mercados, impulsó una reestructuración drástica del sistema financiero.
- Se crearon fusiones aceleradas (a menudo entre cajas débiles), con apoyo del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) y el Banco de España.
- Algunas de estas fusiones fracasaron y requirieron rescates millonarios, como el caso de Bankia.
Resultado:
- De 45 cajas de ahorro se pasó a solo 2 grandes grupos bancarios con origen en cajas: CaixaBank y Unicaja.
- Las cajas rurales (cooperativas de crédito), con menor exposición al riesgo inmobiliario, resistieron mucho mejor la crisis financiera y hoy contribuyen a evitar la exclusión financiera de miles de residentes en zonas periféricas y rurales.
- El número de oficinas se redujo de más de 45.000 a menos de 18.000 en 15 años.
- Más de 100.000 empleos bancarios desaparecieron.
- Se acentuó la exclusión financiera en zonas rurales o desfavorecidas, y aumentó la bancarización digital forzada.
¿Por qué la concentración bancaria puede ser un problema?
1. Menos competencia, menos opciones. Cuando hay pocos bancos, los clientes pierden poder de elección. Los productos financieros tienden a parecerse (cuentas, hipotecas, comisiones…), y las condiciones no siempre mejoran. A veces ocurre lo contrario: se cobran más comisiones, se endurecen los requisitos, se cierran oficinas.
2. Riesgo sistémico: “demasiado grandes para caer”. Si solo hay 3 o 4 grandes bancos y uno entra en problemas, el impacto puede ser devastador para todo el país. Se refuerza la lógica de “demasiado grandes para caer” (too big to fail), que fuerza al Estado a rescatarlos con dinero público. Este fue el caso de muchas entidades durante la crisis de 2008. En España, el rescate bancario costó más de 60.000 millones de euros, de los cuales una gran parte no se ha recuperado.
3. Más poder, menos control. Los grandes bancos no solo tienen poder económico. También tienen poder político. Participan en la redacción de normativas, influyen en decisiones estratégicas y cuentan con puertas giratorias con cargos públicos. Esta cercanía entre poder financiero y poder político puede debilitar la democracia y desdibujar el interés general.
4. Desconexión del territorio. Cuando los bancos se hacen grandes, tienden a centralizar decisiones y cerrar oficinas locales, especialmente en zonas rurales o barrios periféricos. Esto deja a muchas personas sin acceso cercano a servicios financieros básicos. Es lo que se llama exclusión financiera, y afecta sobre todo a mayores, migrantes o personas con pocos recursos digitales.
¿Hay alternativas?
Frente a esta concentración, es posible fomentar un ecosistema financiero más diverso, plural y resiliente. Algunas vías son:
- Apoyar a la banca ética y cooperativa, que pone el foco en lo local y lo social.
- Recuperar o reforzar la banca pública, con criterios de interés general.
- Impulsar regulaciones que limiten el tamaño y el poder de las entidades financieras más grandes.
- Fomentar la educación financiera, para que la ciudadanía tenga más herramientas y opciones al elegir.
Una propuesta recurrente para evitar riesgos sistémicos es separar la banca comercial , la que gestiona depósitos y ofrece préstamos a familias y empresas, de la banca de inversión, dedicada a actividades especulativas. Esta separación existió en Estados Unidos tras la Gran Depresión, gracias a la Ley Glass-Steagall de 1933, que impidió durante décadas que los bancos jugaran a ser intermediarios financieros y a la vez casas de apuestas en los mercados. Fue derogada en 1999, y muchos expertos consideran que su eliminación favoreció los excesos financieros que condujeron a la crisis de 2008. Hoy, recuperar esa distinción sigue siendo una propuesta clave para reducir el riesgo, proteger los ahorros y evitar rescates públicos a bancos especulativos.
Muchos países mantienen bancos regionales, cooperativos o públicos que no fueron absorbidos durante la crisis financiera de 2008, y que apoyan a la economía local de forma estable. Por ejemplo:
- En Alemania, las Sparkassen (cajas públicas regionales) siguen activas.
- En Francia, la red de bancos cooperativos sigue siendo amplia.
- En países nórdicos, conviven bancos grandes con sistemas mutualistas.
- En España, la banca ética y cooperativa como Fiare, Coop57 o Triodos propone otro modelo, centrado en el bien común y la transparencia.
Además, cada vez más voces reclaman el fortalecimiento de una banca pública moderna y democrática, para garantizar el acceso al crédito y evitar que el poder financiero quede en manos de unos pocos.
¿Por qué debería importarnos?
La concentración bancaria no es un proceso natural ni inevitable. Es una elección política, económica y regulatoria que tiene consecuencias profundas en la democracia, el territorio y la justicia social.
Reducir el sistema bancario a unos pocos actores gigantes es tan peligroso como injusto.
Un sistema financiero sano necesita diversidad, descentralización y compromiso con el territorio.
Preguntas para el debate
- ¿Qué riesgos implica la concentración del poder bancario?
- ¿Por qué se promueven fusiones que reducen la competencia?
- ¿Qué consecuencias tuvo en España la concentración post-2008?
- ¿Qué papel jugó el rescate bancario en ese proceso?
- ¿Tendría sentido separar banca comercial y banca de inversión?