El crédito como creador de dinero: ¿Quién decide qué se financia?

Cuando imaginamos la creación de dinero, aún pensamos en fábricas de billetes o bancos centrales imprimiendo moneda. Pero en el mundo actual, la gran mayoría del dinero no se imprime, se presta: se crea cada vez que un banco concede un préstamo. Ese crédito no circulaba antes. Simplemente, aparece. Se genera.

Y esa realidad tiene una consecuencia directa: el sistema financiero no solo gestiona dinero… también decide qué existe y qué no en la economía real. Porque aquello que no se financia, simplemente no sucede.

¿Cómo se crea el dinero hoy?

Cada vez que un banco concede un préstamo, crea dinero “de la nada”, anotando el importe en la cuenta del cliente. No presta dinero que ya tiene en otras cuentas de sus clientes o en su caja fuerte: el préstamo crea el depósito.

Por ejemplo:

  • Si una persona pide una hipoteca de 100.000 €, el banco no traslada ese dinero desde otra cuenta. Simplemente lo anota en la cuenta del cliente como nuevo dinero.
  • Así, el dinero en circulación aumenta. Cuando se devuelve el préstamo, ese dinero desaparece del sistema.

Esto se conoce como dinero bancario o dinero-deuda, porque su existencia está ligada a la deuda privada. Este sistema tiene consecuencias profundas, ya que:

  • Solo existe dinero si hay deuda.
  • El crédito se dirige mayoritariamente hacia sectores rentables para los bancos (inmobiliario, consumo, mercados financieros).
  • Sectores sociales o sostenibles reciben menos financiación.
  • El sistema es inestable: cuando los bancos dejan de prestar, el dinero se reduce y la economía se contrae.

Este proceso se repite a gran escala con empresas, administraciones, grandes inversores. Así se financian obras, comercios, universidades privadas, hospitales, plataformas tecnológicas o viviendas. Y así también se alimentan burbujas, desigualdades o emisiones contaminantes.

¿Quién decide qué se financia (y qué no)?

Los bancos privados, que crean la mayor parte del dinero en circulación, deciden en qué se convierte ese dinero.
Y lo hacen en base a criterios de rentabilidad, no de utilidad social ni ecológica. Algunos ejemplos:

  • Financiación masiva de promotoras inmobiliarias, mientras miles de personas viven sin acceso a vivienda digna.
  • Préstamos preferentes a empresas de energías fósiles, pese a los compromisos climáticos.
  • Crédito fácil para consumo a corto plazo, frente a trabas para proyectos cooperativos, ecológicos o culturales.

Esto plantea una pregunta incómoda pero crucial: ¿Por qué un banco puede crear dinero para financiar un centro comercial, pero no para rehabilitar viviendas sociales o una red de cuidados vecinales?

¿Hay algún control público sobre esto?

Muy poco. En teoría, los bancos centrales regulan el sistema (tipos de interés, requisitos de reservas, supervisión prudencial). Pero en la práctica, las decisiones sobre qué se financia quedan en manos de bancos comerciales, grandes fondos y criterios de mercado.

Y eso tiene consecuencias sistémicas. Porque si la inversión determina el modelo de sociedad, dejarla al arbitrio del beneficio financiero implica una deriva constante hacia la desigualdad, la especulación y la inestabilidad.

¿Qué efectos tiene esta forma de crear dinero?

  1. Concentración de riqueza: el crédito suele ir a quien ya tiene activos o garantías. Así, el dinero nuevo se distribuye de forma desigual, reforzando la brecha entre ricos y pobres.
  2. Ciclos de deuda y crisis: como todo el dinero nace como deuda, si no hay mecanismos redistributivos o inversión pública anticíclica, el sistema tiende a explotar en burbujas y recesiones.
  3. Prioridades perversas: la lógica del beneficio a corto plazo dirige el crédito hacia sectores de rápido retorno, aunque sean ambientalmente insostenibles o socialmente regresivos.
  4. Poder privado sin control: los bancos, sin ser electos ni transparentes, deciden en qué mundo vamos a vivir.

¿Hay alternativas?

Sí, y ya existen propuestas y ejemplos para recuperar el control democrático sobre la creación del dinero y el crédito:

  • Banca pública y cooperativa, que oriente el crédito hacia necesidades sociales.
  • Criterios ecológicos y éticos obligatorios para grandes concesiones de crédito.
  • Separación entre banca comercial e inversión especulativa, como reclaman muchos economistas.
  • Propuestas como el dinero soberano (eliminando la creación privada de dinero) o la creación de dinero por parte del Estado para inversión directa (p. ej., en transición ecológica, cuidados, vivienda).
  • CBDC con capacidad para financiar directamente proyectos sociales, como exploramos en el artículo anterior.

¿Qué es el dinero soberano?

Organizaciones como Positive Money (Reino Unido), el International Movement for Monetary Reform (IMMR) o, en el contexto hispano, Dinero Positivo, critican el actual modelo de creación monetaria y proponen una alternativa: el dinero soberano.

El concepto parte de una idea simple: solo el Estado (a través de un banco central independiente y democrático) debería tener la capacidad de crear dinero, no los bancos privados.

La propuesta de Positive Money plantea:

  • Separar la creación de dinero (función pública) de la asignación del crédito (función bancaria).
  • El banco central debería emitir dinero nuevo sin generar deuda y canalizarlo hacia la economía real: infraestructuras sostenibles, servicios públicos, renta básica, etc.
  • Los bancos privados seguirían existiendo, pero solo podrían prestar dinero que ya exista, como hacen otros intermediarios financieros.
  • El dinero creado se entregaría al Estado (por ejemplo, mediante gasto público o inversión verde) o directamente a la ciudadanía (helicóptero monetario).

¿Qué problemas pretende resolver el dinero soberano?:

  1. Reducir la dependencia del endeudamiento constante como base del crecimiento.
  2. Estabilizar la economía: evitar los ciclos de expansión y contracción provocados por la lógica bancaria.
  3. Mejorar la asignación del crédito, orientándolo a fines públicos y sostenibles.
  4. Fortalecer la democracia económica, al poner la creación del dinero en manos de instituciones con control público.
  5. Evitar la acumulación de poder económico y político por parte del sector bancario.

Aunque radical en apariencia, el dinero soberano no es una utopía. De hecho:

  • Ya existe dinero soberano: los billetes y monedas emitidos por los bancos centrales lo son.
  • Algunas ideas se han discutido en parlamentos (como en Suiza con el referéndum Vollgeld, en 2018).
  • Las monedas digitales de bancos centrales (CBDC) podrían abrir caminos en esta dirección (ver artículo 8).

Sin embargo, también hay críticas:

  • Riesgo de concentración de poder en los bancos centrales.
  • Necesidad de establecer mecanismos democráticos de control y transparencia.
  • Rechazo de la banca privada y de parte del sistema financiero.

Aun así, muchos expertos coinciden en que el sistema actual de creación monetaria es insostenible y desequilibrado. Explorar alternativas como el dinero soberano es un paso necesario hacia una economía más justa, resiliente y democrática.

¿Y nosotros, como ciudadanía, qué papel tenemos?

Podemos ejercer presión para cambiar las reglas, pero también elegir dónde depositamos nuestro dinero. Apoyar a entidades financieras éticas, exigir transparencia a los bancos, denunciar prácticas irresponsables y reclamar una banca al servicio del bien común.

Porque si el uso que hagamos del dinero decide qué se construye y qué se destruye, no podemos dejarlo en manos de quienes solo miran balances y rentabilidad a corto plazo para sus accionistas.
Necesitamos un sistema financiero que mire también a las personas, al planeta y al futuro.

Preguntas para el debate

  1. ¿Deberían los bancos privados seguir teniendo el poder de crear dinero mediante deuda?
  2. ¿Cómo cambiaría la economía si el dinero se creara sin necesidad de endeudarse?
  3. ¿Qué papel jugaría el Estado en un sistema de dinero soberano?
  4. ¿Podría el dinero soberano financiar políticas públicas como la renta básica?
  5. ¿Qué riesgos y ventajas tiene democratizar la creación monetaria?
Navegación de la serie<< Monedas digitales de bancos centrales (CBDC)Finanzas y cambio climático: ¿aliadas o cómplices? >>
Scroll al inicio