Recuperar el espacio público y caminar la ciudad

Durante décadas, la ciudad se organizó para facilitar el tráfico motorizado: calles anchas, aceras estrechas, plazas convertidas en aparcamientos, entornos escolares invadidos por coches. Pero esta lógica ha ido en contra de la calidad de vida urbana. Hoy, la transformación de nuestras ciudades pasa por recuperar el espacio público para las personas y fomentar entornos urbanos caminables, seguros y saludables.

El espacio público es el escenario donde se desarrolla la vida urbana. Es donde nos encontramos, caminamos, jugamos, protestamos, descansamos o simplemente existimos como parte de una comunidad.

Caminar es la forma de desplazamiento más antigua, natural y universal. Sin embargo, en muchas ciudades, se ha convertido en una actividad incómoda, peligrosa o poco atractiva. Aceras estrechas, cruces inseguros, barreras arquitectónicas, distancias innecesarias y contaminación dificultan algo tan básico como moverse a pie.

¿Qué es el espacio público y por qué importa?

El espacio público no es solo una categoría urbanística: es una expresión física de lo que compartimos. Abarca calles, plazas, parques, aceras, paseos, corredores verdes, y en general todo lugar abierto y accesible para todas las personas, independientemente de su edad, género, origen o condición socioeconómica.

Un buen espacio público genera cohesión social, promueve la salud, estimula la economía local y fomenta la identidad urbana. En cambio, un espacio público degradado, dominado por los coches, fragmenta los barrios, reduce la calidad de vida y excluye a los más vulnerables.

Coches que ocupan, personas que desaparecen

En la mayoría de nuestras ciudades, el reparto del espacio público favorece de manera abrumadora al vehículo privado. A menudo, más del 70% del espacio viario está destinado al tráfico motorizado (en movimiento o aparcado), mientras que peatones, ciclistas y transporte público se ven obligados a ajustarse al espacio sobrante.

Esta apropiación del espacio por parte de los coches tiene consecuencias directas:

  • Niños que no pueden jugar en la calle.
  • Personas mayores que no se sienten seguras al caminar.
  • Comunidades que se ven privadas de espacios de encuentro y socialización.

La calle como lugar de encuentro y no de tránsito

Muchas calles y espacios urbanos se han convertido en zonas de paso o de tránsito, en no-lugares. Este término fue acuñado en 1992 por el antropólogo francés Marc Augé que definió un no-lugar como «un espacio intercambiable donde el ser humano permanece en el anonimato». Dentro de esos sitios las personas nos relacionamos más bien por cuestiones de consumo y difícilmente establecemos lazos afectivos. Según especifica el propio Augé, si una cara de la moneda es el hogar tradicional, donde los individuos viven, confraternizan, aman, odian y, en definitiva, tienen una identidad, la otra son los no-lugares, espacios vacíos de significado emocional e identitario.

Recuperar el espacio público implica cambiar su lógica de uso: de canal de circulación a espacio de estancia, de relación, de comunidad. Significa crear calles completas donde la prioridad no sea el tráfico, sino las personas.

Esto se traduce en medidas concretas:

  • Ampliación de aceras y reducción de calzadas.
  • Zonas de prioridad peatonal y plataformas únicas.
  • Vegetación urbana y bancos.
  • Juegos infantiles y arte en la calle.

Estrategias para recuperar el espacio público

Existen múltiples estrategias para avanzar hacia una mejor gestión del espacio público. Algunas de las más relevantes son:

  • Supermanzanas (como en Barcelona): reorganización del tráfico para reducir el paso de vehículos y liberar calles interiores para usos comunitarios.
  • Entornos escolares seguros: peatonalización o pacificación del tráfico en las entradas de colegios, fomentando autonomía infantil y seguridad.
  • Urbanismo táctico: intervenciones rápidas, de bajo coste y alto impacto (pintura, mobiliario, señalización) para transformar temporalmente espacios y evaluar su uso antes de una intervención definitiva.

Estas acciones ayudan a visualizar lo que es posible cuando se prioriza a las personas por encima de los coches.

La ciudad de los 15 minutos: una idea muy antigua

En los últimos años, el concepto de la ciudad de los 15 minutos ha ganado protagonismo en el discurso urbanístico internacional. Propuesto por el urbanista Carlos Moreno e impulsado por la alcaldesa Anne Hidalgo en París, este modelo plantea que todas las personas deberían poder acceder a sus necesidades básicas (trabajo, escuela, salud, comercio, cultura, ocio, naturaleza) a menos de 15 minutos a pie o en bicicleta desde su casa.

En realidad, esta idea no es nueva. Es una recuperación de la lógica tradicional del barrio mediterráneo o del pueblo compacto: una estructura urbana densa, mixta y cercana, donde la vida cotidiana se desarrolla a escala humana, en espacios compartidos y reconocibles.

París ha llevado este concepto a la práctica con políticas urbanas muy concretas: creación de supermanzanas escolares, peatonalización de grandes avenidas, impulso a la bicicleta, conversión de plazas en espacios verdes y reducción drástica del tráfico privado. El objetivo no es solo reducir emisiones o fomentar la movilidad activa, sino recuperar el tiempo de las personas y revitalizar el tejido de barrio.

Aplicado a nuestras ciudades, esto implica no solo reorganizar los usos del suelo, sino también transformar el espacio público para que invite a quedarse, a encontrarse, a habitarlo sin necesidad de consumir. Bancos, fuentes, sombras, vegetación, zonas de juego y descanso deben formar parte del paisaje cotidiano, en lugar de espacios duros y sin alma.

Demasiadas ciudades han llenado sus plazas de cemento, olvidando que el espacio público es una extensión de la vida doméstica y comunitaria. Frente a estas “plazas duras”, necesitamos diseñar espacios amables y climáticamente adaptados, que sirvan también como refugios térmicos ante olas de calor, con árboles frondosos, vegetación autóctona, agua, sombra y materiales que no multipliquen el efecto isla de calor.

¿Qué es una ciudad caminable?

Una ciudad caminable es aquella que permite a sus habitantes moverse a pie con seguridad, comodidad y placer. Implica un diseño urbano que favorece la proximidad, facilita la orientación, promueve el acceso universal y hace del caminar una opción preferente frente al coche para los desplazamientos cortos.

La caminabilidad está directamente relacionada con conceptos como:

  • Mixtura de usos (residencial, comercio, servicios).
  • Densidad equilibrada.
  • Calles bien conectadas y de trazado legible.
  • Aceras anchas, continuas y accesibles.
  • Sombras, bancos, iluminación y vida urbana.

Caminar no debe ser solo posible: debe ser deseable.

Caminar es salud

Caminar reduce el sedentarismo, previene enfermedades cardiovasculares, mejora la salud mental y disminuye la obesidad. También disminuye la exposición a contaminantes al reducir el tráfico motorizado.

Fomentar el caminar cotidiano, para ir al colegio, al trabajo, a hacer compras, es mucho más efectivo a largo plazo que promover el deporte ocasional. Es una forma de incorporar el ejercicio a la rutina diaria sin esfuerzo adicional.

Caminar es equidad

Caminar es el único modo de transporte verdaderamente universal. No requiere carné, combustible ni infraestructura compleja. Sin embargo, no todas las personas pueden caminar en igualdad de condiciones: las barreras físicas y sociales afectan especialmente a personas mayores, con discapacidad, niños o personas con movilidad reducida.

Una ciudad que cuida la caminabilidad cuida la inclusión social. Asegura que todos puedan acceder a los servicios básicos, participar en la vida urbana y disfrutar del espacio público con autonomía y dignidad.

Caminar es eficiencia urbana

En términos de uso del espacio, caminar es el modo más eficiente. Mientras un coche necesita decenas de metros cuadrados para circular y aparcar, una persona a pie necesita solo una fracción. Una ciudad caminable reduce la congestión, baja los costes de infraestructura y mejora la calidad del aire.

Además, caminar favorece la economía local. Las personas que caminan tienden a comprar más en el comercio de proximidad, generar más interacción social y permanecer más tiempo en el entorno.

Las claves para fomentar la caminabilidad

Para que caminar se convierta en una opción real y atractiva, las ciudades deben intervenir en múltiples frentes:

  • Infraestructura de calidad: aceras amplias, accesibles, bien mantenidas y sin obstáculos.
  • Seguridad vial: pasos de peatones visibles, semáforos adaptados, pacificación del tráfico.
  • Entornos atractivos: vegetación, escaparates, mobiliario urbano, limpieza.
  • Red de itinerarios peatonales: conectada, continua y coherente.
  • Acceso a servicios cercanos: fomentar el urbanismo de proximidad.
  • Iluminación y percepción de seguridad, especialmente para mujeres y colectivos vulnerables.

No basta con que haya aceras: se trata de transformar la experiencia del peatón y poner a las personas en el centro del diseño urbano.

Rediseñar la ciudad para caminar

Avanzar hacia una ciudad caminable exige una visión integral del espacio urbano, que incorpore la caminabilidad como criterio central en todos los niveles de planificación: desde el diseño de una calle hasta los instrumentos de planeamiento territorial.

Algunas estrategias destacadas:

  • Calles escolares: peatonalización de accesos a centros educativos.
  • Zonas 30: limitar la velocidad en áreas residenciales.
  • Ensanches peatonales: especialmente en zonas comerciales o turísticas.
  • Rutas seguras y señalizadas: para peatones y personas con discapacidad.
  • Mapas de caminabilidad y análisis GIS: para identificar puntos críticos.

Caminar como acto político

Defender la caminabilidad es también desafiar la hegemonía del coche. Es exigir calles más amables, seguras y democráticas. Caminar es un acto de ciudadanía activa que reivindica el derecho a la ciudad, especialmente frente a modelos de urbanismo excluyentes o fragmentados.

Invertir en caminabilidad es apostar por una ciudad que valora el tiempo, la cercanía y el encuentro. Es, en última instancia, avanzar hacia un modelo de movilidad y vida urbana más justo, resiliente y sostenible.

Preguntas para el debate

  1. ¿Qué debería priorizarse en el diseño del espacio público: la movilidad o el encuentro?
  2. ¿Qué elementos hacen que una calle sea caminable y agradable?
  3. ¿Cómo puede el urbanismo contribuir a una ciudad más segura para peatones?
  4. ¿Qué beneficios aporta recuperar el espacio público desde una perspectiva social y económica?
  5. ¿Qué resistencias suelen aparecer cuando se plantea reducir espacio para el coche?
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