Durante décadas, las ciudades crecieron al ritmo del automóvil. El vehículo privado se convirtió en símbolo de progreso, libertad y eficiencia. Sin embargo, el modelo de movilidad que lo sitúa en el centro ha mostrado sus límites: congestión crónica, contaminación, siniestralidad, pérdida de espacio público y exclusión social. Hoy, la movilidad sostenible emerge no solo como una necesidad ambiental, sino como una palanca esencial para transformar nuestras ciudades en lugares más habitables, saludables y equitativos.
¿Qué es la movilidad sostenible?
La movilidad sostenible es aquella que satisface las necesidades de desplazamiento de las personas sin comprometer la salud del planeta ni la calidad de vida de las generaciones futuras. Se basa en la priorización de modos de transporte eficientes, limpios y accesibles, como caminar, ir en bicicleta y usar el transporte público. También promueve el uso racional del coche, la intermodalidad, la movilidad compartida y la planificación urbana orientada a reducir la necesidad de desplazarse.
Según el Objetivo de Desarrollo Sostenible 11.2, es prioritario “proporcionar acceso a sistemas de transporte seguros, accesibles y sostenibles para todos”. Este propósito se ve reforzado por la Agenda Urbana Española (AUE), que en su Objetivo Específico 3.1 promueve «favorecer la movilidad sostenible: caminar, pedalear, transporte colectivo y electrificación del parque móvil».
Invertir la pirámide de movilidad

En el enfoque tradicional, la planificación urbana ha puesto el foco en facilitar el tráfico motorizado. Esto ha generado un reparto injusto del espacio urbano, en el que peatones y ciclistas quedan relegados a márgenes inseguros, mientras que los vehículos privados ocupan la mayor parte del espacio y los recursos públicos.
Invertir la pirámide de movilidad significa situar en la cima las formas más sostenibles y saludables de desplazamiento:
– Primero, el peatón.
– Luego, la bicicleta.
– Después, el transporte público y la movilidad compartida.
– A continuación, el transporte de carga.
– Al final, el coche privado.
Movilidad y cambio climático: un reto urgente
El transporte es responsable de aproximadamente el 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en la Unión Europea, y más del 70% de esas emisiones provienen del transporte por carretera. La dependencia del coche y los combustibles fósiles no solo agrava el cambio climático, sino que también genera un alto coste en salud pública debido a la mala calidad del aire.
Abordar la movilidad desde una perspectiva sostenible es crucial para cumplir con los compromisos climáticos asumidos por España y la UE. Significa apostar por medios de transporte con menor huella ambiental, electrificar la movilidad y reducir la necesidad de desplazamientos innecesarios.
Recuperar el espacio público para la ciudadanía
Una ciudad centrada en el coche es una ciudad que pierde vida en sus calles. Aparcamientos, calzadas sobredimensionadas y ruido constante expulsan a las personas del espacio público. En cambio, una ciudad que recupera el espacio para los peatones, los juegos infantiles, las terrazas, el comercio local y la vegetación, es una ciudad que gana calidad de vida.
Este proceso implica repensar el urbanismo: reducir carriles, ampliar aceras, crear zonas de bajas emisiones, fomentar los entornos escolares seguros y construir redes de itinerarios peatonales y ciclistas bien conectadas. Es una apuesta que mejora la salud, promueve la cohesión social y reduce desigualdades.
Urbanismo y movilidad: una relación inseparable
La forma de movernos está determinada, en gran parte, por cómo están diseñadas nuestras ciudades. Un modelo urbano disperso, monofuncional y dependiente del coche genera más tráfico, más contaminación y mayor segregación territorial. Por el contrario, un urbanismo compacto, mixto y orientado al transporte público favorece la proximidad, reduce la necesidad de desplazamientos y permite una movilidad más sostenible.
Por ello, la movilidad no puede tratarse como un asunto aislado. Debe integrarse en la planificación urbana, el diseño del espacio público y las políticas de vivienda, empleo y servicios.
La movilidad sostenible es un eje central para lograr ciudades más humanas y resilientes. Está estrechamente vinculada con otros objetivos urbanos: salud, equidad, eficiencia energética, calidad del aire, inclusión, seguridad vial y adaptación climática.
Un cambio cultural y estructural
Impulsar la movilidad sostenible no es un desafío técnico, requiere, fundamentalmente, un cambio cultural. Supone repensar nuestros hábitos, nuestras prioridades y nuestras expectativas como sociedad. También demanda valentía política para redistribuir el espacio y los recursos, y voluntad institucional para coordinar acciones entre múltiples escalas de gobierno.
En esta transformación, los municipios son actores clave. Desde la escala local es posible implementar medidas efectivas y tangibles: peatonalizaciones, carriles bici, regulación del tráfico, refuerzo del transporte público, promoción de la movilidad eléctrica, etc.
Preguntas para el debate
- ¿Qué entendemos hoy por “movilidad sostenible” y cómo se diferencia de la movilidad tradicional?
- ¿Qué barreras impiden invertir realmente la pirámide de movilidad en nuestras ciudades?
- ¿De qué manera la movilidad está conectada con la crisis climática?
- ¿Qué papel debe jugar el urbanismo en el cambio hacia una movilidad más sostenible?
- ¿Cómo afecta la distribución del espacio público a nuestra calidad de vida?