Europa envejece. España, aún más. Con una de las esperanzas de vida más altas del mundo (83 años en 2024) y una de las tasas de natalidad más bajas (6,5 nacimientos por cada 1.000 habitantes), el país se enfrenta a un desafío demográfico sin precedentes. Esta transformación afecta directamente al mercado laboral, a los sistemas de protección social y a la concepción misma del trabajo en las últimas décadas de la vida.
En este contexto, urge repensar el papel de las personas mayores en el mundo laboral. ¿Es realista seguir ampliando la edad de jubilación? ¿Cómo garantizar empleabilidad y dignidad a los trabajadores de más de 55 años? ¿Y qué implicaciones tiene todo esto para la sostenibilidad de las pensiones y la cohesión intergeneracional?
Una población cada vez más envejecida… y activa
En 2025, más del 20% de la población española supera los 65 años. Este porcentaje se elevará al 30% en 2050, según las proyecciones del INE. Paralelamente, la franja de edad entre 55 y 64 años ha ganado peso en el mercado laboral: hoy representa más del 17% de la fuerza de trabajo.
Este cambio no es necesariamente negativo. Muchas personas mayores desean seguir activas laboralmente (por necesidad económica, por vocación o por salud) y cuentan con experiencia y capacidades valiosas. El problema es que el sistema actual no está adaptado a esta realidad.
El trabajo en la madurez se enfrenta a barreras como la discriminación por edad (edadismo), la falta de formación continua, el deterioro físico derivado de ciertos oficios o la dificultad para reincorporarse al mundo laboral tras un despido. En España, el paro de larga duración entre mayores de 55 años se mantiene en niveles muy altos, y la tasa de contratación de este colectivo es una de las más bajas de Europa occidental.
La trampa de retrasar la jubilación sin garantizar empleo
Uno de los principales debates en torno al envejecimiento es la sostenibilidad del sistema público de pensiones. El discurso dominante plantea que, para mantener el sistema, será necesario trabajar más años. De hecho, la edad legal de jubilación en España está aumentando progresivamente hasta los 67 años en 2027, salvo para quienes hayan cotizado durante largos periodos.
Sin embargo, este enfoque plantea varias tensiones:
- No todos los trabajos envejecen igual. Un profesor universitario de 67 años puede seguir en activo con buena salud. Un trabajador de la construcción o una empleada de limpieza, difícilmente. Aumentar la edad de jubilación sin tener en cuenta las condiciones físicas del empleo es profundamente desigual.
- La empleabilidad real no acompaña. Muchas personas de más de 60 años quieren —o necesitan— trabajar, pero el mercado no las contrata. El resultado: envejecimiento en el paro, con cotizaciones insuficientes y pensiones mermadas.
- Desplazamiento de los jóvenes. En un mercado con pocas oportunidades, mantener a los mayores sin medidas de relevo generacional puede agravar el desempleo juvenil.
La pregunta no es si se puede retrasar la jubilación, sino en qué condiciones y para quiénes. Un sistema justo debería ofrecer flexibilidad, opciones reales de elección y trayectorias laborales adaptadas a las capacidades y deseos de cada etapa vital.
Edadismo: una discriminación silenciosa
Uno de los grandes obstáculos que enfrentan las personas mayores en el mercado laboral es el edadismo: prejuicios que asocian la edad con obsolescencia, lentitud o resistencia al cambio. Esta discriminación se manifiesta en procesos de selección, despidos, falta de promoción y escasa inversión en formación para mayores de 50 años.
En España, solo el 7% de las empresas ofrece formación continua a sus trabajadores senior, frente al 16% en Alemania o Suecia. Y sin formación, no hay reciclaje. Sin reciclaje, no hay oportunidades.
Combatir el edadismo exige un cambio cultural en empresas, administraciones y medios de comunicación. Se trata de reconocer que la experiencia es un valor, no un lastre, y que la diversidad generacional en el trabajo enriquece los equipos y mejora los resultados.
Reformular las trayectorias laborales
El envejecimiento nos obliga a revisar el modelo lineal de vida laboral: estudiar de joven, trabajar intensamente durante 40 años y jubilarse de forma abrupta. En su lugar, diversos expertos proponen trayectorias más flexibles, donde el trabajo se redistribuya a lo largo del tiempo con etapas de descanso, reciclaje, cuidado o formación.
Algunas propuestas en esta línea incluyen:
- Jubilación parcial o gradual, con reducción de jornada y relevo generacional pactado.
- Sistemas de formación continua y validación de competencias para mayores.
- Programas de mentoría intergeneracional, donde los seniors acompañen a los nuevos trabajadores.
- Reconocimiento de las desigualdades acumuladas: cotizaciones más bajas por cuidados, trabajos penosos o interrupciones laborales deben compensarse con criterios de justicia social en el cálculo de las pensiones.
Una mirada desde lo común: más allá del individuo
En un contexto de envejecimiento, el reto no es solo adaptar a las personas al trabajo, sino adaptar el trabajo a las personas. Esto implica reformular las condiciones laborales para que sean sostenibles en todas las etapas de la vida: jornadas razonables, entornos seguros, conciliación real, atención a la salud física y mental.
También exige reforzar los sistemas de protección social y cuidados. En muchas familias, los mayores son hoy quienes sostienen redes de apoyo, cuidan nietos, ayudan económicamente a hijos precarizados o cubren carencias del Estado. Reconocer ese papel, protegerlo y redistribuirlo debe formar parte de la agenda pública.
Conclusión: trabajar mejor, no solo más
El envejecimiento poblacional es un hecho. Pero cómo lo gestionemos es una decisión política. Podemos afrontarlo desde el miedo (a la quiebra de las pensiones, al colapso del sistema) o desde la justicia: garantizando que quienes han trabajado toda su vida lo hagan con dignidad o puedan retirarse en condiciones.
En Desafíos 2030 creemos que el debate sobre trabajo y vejez debe superar los tópicos y apostar por un nuevo contrato intergeneracional. Uno que reconozca el valor de todas las edades, que redistribuya tiempos y cargas, y que entienda que vivir más años no es una amenaza, sino una oportunidad para repensar el sentido del trabajo a lo largo de la vida.
Preguntas para el debate
- ¿Es justo retrasar la edad de jubilación sin garantizar empleabilidad para las personas mayores?
- ¿Qué sectores deberían permitir una jubilación anticipada por la dureza del trabajo?
- ¿Cómo combatir el edadismo en el mundo laboral?
- ¿Es posible una jubilación más flexible, adaptada a trayectorias vitales diversas?
- ¿Qué rol deberían tener los mayores en una transición intergeneracional justa?