Turismo, una actividad compleja con múltiples efectos

El turismo constituye uno de los sectores más dinámicos de la economía mundial. Antes de la pandemia del COVID-19 representaba cerca del 10% del PIB global. A pesar de la interrupción temporal que supuso la emergencia sanitaria, los flujos turísticos internacionales se han recuperado con rapidez y se proyecta que seguirán creciendo.

Este crecimiento, sin embargo, no está exento de contradicciones. El turismo se encuentra en el centro de múltiples crisis contemporáneas: la emergencia climática, la pérdida de biodiversidad, el agotamiento de recursos naturales, la desigualdad social, la precarización del empleo, y la mercantilización del espacio público y los bienes comunes. Frente al discurso hegemónico que presenta al turismo como un motor de desarrollo económico y una fuente de progreso, se alzan voces que cuestionan su impacto real sobre los territorios, las comunidades locales y el planeta.

Este artículo ofrece una panorámica crítica del modelo turístico dominante, subrayando la necesidad de repensarlo desde una perspectiva ecológica, social y territorial más justa y sostenible.

El turismo como sistema metabólico

Para que un turista pueda desplazarse, alojarse, alimentarse y consumir experiencias, se movilizan ingentes cantidades de energía, agua, suelo, alimentos y recursos materiales. Todo viaje tiene una huella ecológica que no es neutral.

El turismo internacional es profundamente dependiente del transporte aéreo, responsable de alrededor del 2,5% de las emisiones globales de CO₂, y de hasta el 5% si se consideran todos los efectos asociados a la aviación. Las infraestructuras turísticas (aeropuertos, puertos, carreteras, hoteles, resorts, campos de golf, parques temáticos) requieren una transformación profunda del territorio, a menudo en zonas ambientalmente frágiles como costas, islas, zonas de montaña o espacios naturales protegidos.

El modelo turístico dominante importa recursos y exporta residuos, generando desequilibrios ecológicos y presiones que pueden devenir en insostenibles sobre los ecosistemas locales. Esto no sólo afecta al medio ambiente, sino también a las condiciones de vida de las comunidades receptoras.

La paradoja del desarrollo turístico

El turismo ha sido promovido como una estrategia de desarrollo para países del Sur Global, regiones periféricas o zonas rurales en declive. Sin embargo, esta promesa no siempre se ha materializado. Si bien el turismo puede generar ingresos y empleo, también tiende a consolidar dinámicas de dependencia, desigualdad y vulnerabilidad.

Buena parte del valor generado por la actividad turística no se queda en los territorios, sino que es capturado por grandes corporaciones (cadenas hoteleras, plataformas digitales, tour operadores) que concentran los beneficios y reparten poco o nada con las comunidades locales. Este fenómeno pone en cuestión la supuesta contribución del turismo al desarrollo sostenible.

Además, el turismo tiende a reforzar estructuras de poder desiguales, invisibilizando saberes, prácticas y formas de vida locales. La cultura se convierte en producto, el paisaje en decorado, y los habitantes en figurantes de una experiencia consumible por el visitante.

Turistificación, gentrificación y desposesión

En muchas ciudades, especialmente aquellas con centros históricos o valor patrimonial, el crecimiento del turismo ha ido de la mano de procesos de turistificación y gentrificación. El alquiler vacacional masivo, impulsado por plataformas como Airbnb, ha provocado un aumento descontrolado de los precios de la vivienda, expulsando a residentes de clase trabajadora, reduciendo la oferta de alquiler tradicional y alterando el tejido social.

Lo que se presenta como una “revitalización urbana” a menudo esconde una lógica de desposesión que transforma el derecho a la ciudad en privilegio para el turista. Las ciudades compiten por atraer visitantes, invierten recursos públicos en infraestructuras turísticas, y adaptan sus normativas y espacios para satisfacer las demandas del mercado global, en detrimento de los intereses de sus habitantes.

En el ámbito rural o natural, ocurre algo similar. Territorios que durante años han sido sostenidos por prácticas tradicionales de gestión son ahora reconfigurados como destinos turísticos, muchas veces bajo modelos ajenos a las lógicas locales.

La urgencia de un cambio de paradigma

Frente a este panorama, se hace urgente un cambio de paradigma que supere el modelo de turismo extractivista, masivo y globalizado. La transición hacia formas de turismo diferentes no es sólo una opción deseable, sino una necesidad para garantizar la habitabilidad futura del planeta.

Esta transformación supone plantearse medidas para:

  1. Reconocer que no todo crecimiento es positivo. En muchos casos, lo más sensato es limitar el número de visitantes, desincentivar el turismo de masas y reducir la dependencia económica de esta actividad.
  2. Recuperar la soberanía sobre el territorio y la planificación. Esto implica frenar la turistificación, proteger los bienes comunes (agua, suelo, paisaje), y apostar por modelos de desarrollo integrales y no subordinados al mercado turístico.
  3. Garantizar condiciones dignas para quienes trabajan en el sector turístico, así como el derecho de las comunidades a participar activamente en la toma de decisiones que les afectan.
  4. Dejar de convertir la cultura en mercancía y favorecer formas de turismo que reconozcan y respeten la diversidad, los saberes locales y los vínculos afectivos con el territorio.

Conclusión

El turismo no es un fenómeno neutral ni inevitable. Es una construcción social, económica y política que puede y debe ser transformada. En un mundo marcado por la emergencia climática, la crisis energética y la desigualdad estructural, el turismo tal como lo conocemos no es viable ni justo.

No se trata de prohibir el turismo, sino de repensarlo radicalmente: desde sus fundamentos hasta sus formas de gestión. Esto implica poner en el centro los derechos de las personas, el equilibrio ecológico y la sostenibilidad a largo plazo. Si el turismo ha sido parte del problema, también puede, si se redefine a fondo, formar parte de la solución.

Preguntas para el debate

  1. ¿Puede el turismo seguir creciendo indefinidamente en un planeta con límites ecológicos y sociales?
  2. ¿Qué responsabilidades tienen los países emisores frente a los impactos del turismo en los destinos receptores?
  3. ¿De qué manera el turismo reproduce o combate las desigualdades globales?
  4. ¿Cómo redefinir el “éxito” turístico más allá del número de visitantes o del PIB?
  5. ¿Podemos imaginar un turismo sin extractivismo?
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